sobre por qué volvías cada verano...

querida belén:

anoche me leí tu libro, del tirón, sin parar ni para fumarme un cigarrillo, ni para preparar la cena, cuando se hizo la hora, ni para contestar los mensajes que oía que iban llegando al móvil... me leí tu libro del tirón, como te decía, porque una vez que empecé a leer no pude soltarlo...

tu libro ha sido el regalo de navidad de mi hermana la pequeña, que me conoce los gustos (o quizá debería decir las militancias) y cuando supo de tu libro, supo que me iba a gustar (aunque ya sabes que gustar, gustar no es quizás el término que se deba emplear con tu libro, la verdad... es otra cosa que trasciende el gusto y que es una mezcla entre militancia y deber saber... aunque, dejando a un lado la historia, he de decirte también que la manera que has encontrado para contarlo, a pedazos, es todo un hallazgo...)

sé por qué volvías cada verano: por qué tenías trece, catorce, quince años y a esas edades no se puede elegir que se hace o adonde se va a pasar las vacaciones... sé por qué no dijiste nada: porque a los trece, los catorce y los quince años una no suele tener las palabras para nombrar esas cosas... no tienes las palabras ni las fuerzas ni nada, porque a esas edades no se le puede pedir a las víctimas que hablen y menos si el ambiente, como queda perfectamente reflejado en tu libro, no es receptivo...

es jodido lo que te pasó, y es jodido el después, y el después del después... si te hubiera tenido delante al terminar el libro te habría dado un abrazo, porque es lo único que quería, reconfortarte, lo que no deja de ser contradictorio ya que tú me habías desasosegado de mala manera y no fui capaz de cenar después de terminar el libro...

leí tu libro, como te decía, del tirón, sin poder soltarlo, agarrada a él, conteniendo el aliento y cerrando las piernas (sí, querida, tuve las piernas fuertemente cerradas mientras leía, era una especie de acto reflejo...) y parando entre capítulo y capítulo para respirar hondo.

Curiosamente no lloré hasta que lo terminé... seguramente porque tú no has querido dar pena, ni has buscado el llanto, has sido precisa, dura, concisa... sin detalles innecesarios, sin florituras... simplemente los hechos como fueron, lo que pasó cuando pasó, y lo que pasó después de que pudieras hablar.

no sé si estás bien, pero sé que lo estarás, porque leyéndote sé que eres fuerte, que vas a poder sobreponerte, que al haber encontrado las palabras para nombrarlo ya has conseguido mucho... porque lo que nombramos, lo que conseguimos contar, nos lo sacamos de dentro y aunque nos sigue doliendo (claro) aunque nos sigue royendo (por supuesto) pierde algo de fuerza al ser deletreado, y tú, déjame que te lo diga, deletreas muy bien.

nada más, que gracias por haber escrito "por qué volvías cada verano" porque estos libros son justos y necesarios, porque hacen falta, porque liberan, porque ponen en palabras realidades que no nos gusta mirar, pero que ahí están, por desgracia... porque quizá con el tiempo, testimonios como el tuyo sirvan para que la sociedad cambie, para que las familias estén atentas y para que esos cabrones no puedan hacerle a nadie ese tipo de cosas... porque cuando lo impensable sea pensable, quizá podremos evitar que estas cosas pasen, porque quizá después de leerte, habrá padres, madres, hermanos, tíos y primos que sepan ver las señales...

un abrazo, y cuídate mucho.



No hay comentarios:

Publicar un comentario