miércoles, creo, y te escribo desde la caja... con un montón de tareas
pendientes esperándome en mi mesa del despacho, pero sin poder hacerlas,
porque de momento, no poseo el don de la ubicuidad; y además,
contestando al teléfono, porque en el despacho no hay nadie para hacerlo
(acabo de contestar cuatro llamadas seguidas, todo un record,
contestando brevemente, poniéndolas en espera, y contestando otra... por
suerte con las cuatro llamadas han quedado ocupadas todas las líneas,
porque no tengo del todo claro, que hubiera pasado si llega a entrar una
quinta llamada...).
pero es miércoles, aunque yo sigo pensando que es martes, no sé porqué, y yo venía a contarte que estuve leyendo la segunda vida de viola wither de stella gibbons...
y aunque he de admitir que no me he reído tanto como con la hija de robert poste (ese momento loro aún me hace reír cada vez que me acuerdo), este es uno de esos libros que lees sonriendo...
y el libro empieza así:
por muy difícil que resulte hacer un jardín aburrido, el viejo señor wither lo había logrado.
stella gibbons (la segunda vida de viola wither)
inevitable sonreír... aunque a casa de ese viejo señor wither, es donde
acaba yendo a vivir viola wither, la prota, que es la joven viuda del
hijo del señor y la señora wither... y si, por muy difícil que resulte
hacer un jardín aburrido, el viejo señor wither lo había logrado, no
hará falta que te explique que la casa era más aburrida aún que el
jardín...
y así empieza la segunda vida de la pobre viola, una jovencita que
trabajaba antes de que el hijo de los wither decidiera casarse con ella,
y a la que no le queda más remedio que aceptar la oferta de sus suegros
de irse a vivir con ellos, y con sus cuñadas: tina y madge... cuatro
personajes sin desperdicio, además del apuesto chofer, de los extraños
vecinos, y del galán de la zona: víctor springs, y su familia, que
también es un pelín rarita...
y hay un baile, y una fiesta, que se convierte en desastre, en el
jardín, y un par de idilios, y gritos en medio de la noche, y algunas
mentiras, y alguien que sueña con una buhardilla, y un compromiso roto,
y, como no esperaba menos, un final feliz (que, por cierto, me recordó
al final de middlemarch,
quizás por eso de contarte lo que les pasará a los distintos personajes
después del después, lo que, la verdad, es que se agradece...)
una maravilla... y es que empezar y acabar un libro sonriendo, es uno de
esos placeres que hacen que los días sean menos grises, y que me
recuerdan a mí misma el porque de este querer contar historias...
corto y cierro...
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