para estar un ratito conmigo misma, sin más, busqué en uno de mis bolsillos, y topé con un terrón de azucar. lo saqué y lo partí en dos. y de pronto, en la palma de mi mano y a oscuras, se produjo un milagro. claramente, en un chispazo, aquel trozo de azúcar se convirtió en una levísima, extraordinaria, llamita azul. me vino a la memoria la vez que isabel me llamó a la despensa para enseñarme, en su penumbra, unas rodajas de merluza rodeadas de resplandor azul. "pa que veas qué bonita y fresca es", decía, sin que yo alcanzase a comprender totalmente lo fastuoso del asunto. pero ahora no había ni merluza ni isabel ni despensa. ahora solo estaba yo, con mi joya azul en la palma de la mano.
algo me sacudió entonces. y digo sacudió porque eso es lo que sentí: como si alguien me zarandeara, como había visto a tata maría e isabel sacudir alfombras en el terrado.
porque algo acababa de descubrir, algo que intuía y no conocía su nombre. en mi ayuda acudieon los cuentos de andersen, de grimm, de perrault... y quizá de otros, secretamente elaborados por mí en las tardes de saint maur, cuando madame colette nos leía las historias de la leyenda dorada. y me dije: "yo soy maga".
sé que la cita es larga... pero al leer esta parte del paraiso inhabitado de ana maría matute supe que acabaría por postearla... quizá porque pensé en las magdalenas de proust... quizás porque conozco (como todos) ese chispazo, porque ese algo, ese mismo algo, me sacudió al leer la cita de la matute y sonreí al pensar que puede, solo puede, que yo también sea maga...
el libro? una preciosidad... una maravilla... tierno... doloroso... uno de esos que al cerrarlos tienes que besarlos... uno de esos que te siguen rondando días después de haberlos terminado... de los que inspiran... porque es uno de esos libros que hacen que quieras escribir otra vez... porque ana maría matute consigue crear un mundo y habitarlo, y llevarte allí... y que no quieras salir...
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