Empezábamos a desconfiar de las palabras. De pronto nos habíamos dado cuenta de
que requerían ser tratadas de modo distinto que como esos pequeños auxiliares
por los que las habíamos tomado siempre; algunos pensaban que a fuerza de servir
se habían refinado mucho, otros, que por esencia, podían aspirar legítimamente a
una condición distinta de la suya; en resumen, se trataba de liberarlas. A la
alquimia del verbo había sucedido una autentica química que en principio se
había dedicado a despejar las propiedades de esas palabras, una sola de las
cuales especificaba el diccionario su significado. Se trataba: 1º. De considerar
la palabra en sí; 2º. De estudiar lo mas cerca posible las reacciones de unas
palabras sobre otras. Solamente a este precio se podía esperar devolver al
lenguaje su auténtico destino, lo que para algunos, entre los cuales estaba yo,
debía dar un gran impulso al conocimiento y exaltar la vida otro tanto.
Es de las palabras sin arrugas, dentro de los pasos perdidos de André breton. Hay veces que pienso que para ellos la escritura tenía algo de trascendental que quizás haya perdido. Yo personalmente escribo lo que sale, y de lo que sale, elimino o salvo, pero no paso horas buscando la palabra justa, el adjetivo justo que me haga sentir bien. Hay frases que me gustan, otras que necesito para contar la historia pero no busco esa genialidad en las palabras que buscaban los grandes escritores. Claro que así es mas fácil crear, cuando simplemente dejas que fluyan las letras y poco mas.
No me resisto a dejaros aquí las dos ultimas frases de las palabras sin arrugas.
Las palabras, además, han dejado de jugar.
Las palabras hacen el amor.
Que me decis? Vuestras palabras juegan o hacen el amor entre ellas? Yo creo que las mias se limitan a ordenarse en mi cabeza…
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