miércoles y te escribo desde la caja... y como ya tengo el correo abierto (que es lo único que puedo hacer desde aquí), aquí estoy, buscándome las palabras una mañana más, para ver que te puedo contar...
y podría contarte que ayer senté la última factura de abril, y que empecé a sentar las facturas de mayo, o que tengo los bancos muy adelantados (a falta de que me solucionen el tema de las remesas y sus fechas de vencimiento); o que tengo al día los cobros y los pagos... pero prefiero contarte que me releí la antología de adrienne rich editada por la visor (que fue lo primero que leí de la rich...)
y es que, aunque soy más de poemarios que de antologías, la verdad es que tengo unas cuantas antologías (muchas de ellas de la visor) a las que les tengo especial cariño... quizás porque en ellas descubrí algunos de esos versos que a veces me susurro a mí misma sin darme cuenta... quizás porque las antologías se leen a otro ritmo; de otra manera... quizás porque releer poesía es uno de esos placeres que descubrí ya de jovencita, y de vez en cuando, me dan esos ataques de nostalgia que me obligan a buscar determinados libros por las estanterías para poder volver a disfrutar de ellos...
y me vas a dejar que te copie un poema... amenza de tormenta...
amenaza de tormenta
el barómetro ha estado bajando toda la tarde,
y como sé más que los instrumentos
qué vientos caminan en lo alto y qué zonas
de nebulosas inquietudes cruzan la tierra,
abandono el libro sobre una butaca mullida
y camino de ventana en ventana cerrada, y observo
las ramas extenderse
contra el cielo
y de nuevo pienso, a menudo cuando el aire
se interna en el alma silenciosa de la espera,
cómo el tiempo va con un único propósito
por las corrientes secretas de lo no percibido
hasta este dominio polar. el tiempo exterior
y el tiempo del corazón avanzan por igual
indiferentes a los
pronósticos.
entre el prever e impedir los cambios
yace el poder sobre los elementos
que no alteran relojes ni barómetros,
el tiempo en las manos no es dominar el tiempo,
ni los restos destrozados de un herraje
son prueba contra el viento; el viento ascenderá,
sólo nos resta
asegurar postigos.
corro las cortinas al ennegrecerse el cielo
y enciendo las velas envainadas en cristal
a espaldas de la corriente de la cerradura,
insistente gemir, tiempo cruzando el ojo desellado.
este es nuestro único amparo de la estación.
esto es lo que hemos aprendido a ejercitar
aquellos que habitamos
áreas atormentadas.
adrienne rich
corto y cierro...
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