sobre la novena serie de los testimonios de victoria ocampo...

viernes y te escribo desde el despacho... y es que mira la hora que es, y es ahora cuando puedo relajarme un poco y abrir el editor y teclearte algo...

así pues viernes, y hoy tecleo para contarte que me leí hace unos días la novena serie de los testimonios de victoria ocampo (que va de mil novecientos setenta y uno a mil novecientos setenta y cuatro), y que me encantó... claro...

y como hoy, la verdad es que no estoy muy inspirada, me vas a permitir que en vez de un pedacito, te copie dos...

el primero, porque si hay algo que la ocampo y yo compartimos es a proust, combray, la sonata y las magdalenas...

  


este reencuentro con una pasada sensación de felicidad (quizá imperceptible cuando la vivimos) ante las imágenes del combray de proust o de nuestros combrays particulares (que se llamen adrogué, tigre o san isidro) llegan a darnos algo semejante a la alegría de la certidumbre. certidumbre de qué, nos preguntamos. sin embargo así es y todos conocemos esos relámpagos de dicha inexplicable, como todos soñamos al dormir aunque algunos no lo recuerdan. el hallazgo inesperado de un olvidado instante de nuestra vida es como la pièce à conviction (prueba justificatoria) de la inmortalidad de nuestras emociones, cuya súbita irrupción, aniquiladora del presente, hace que nos sintamos doblemente vivos, en comunicación con el pasado del que nos creíamos amputados para siempre. queda establecida la comunicación con cosas y seres desvanecidos que de repente cobran una torrencial actualidad. comprendemos que el silencio de todo esto se debe a nuestra incapacidad de abarcarlo simultáneamente. en sucesión, cuando una cosa borra a las otras nos es dado soportarla sin que estalle el corazón. pero siempre están en nosotros, agazapadas en las tinieblas, y cuando inesperadamente surge alguna de ellas de la nada, traída a la superficie por la frasecita de la sonata de vinteuil, o por el sabor de la "magdalena", a veces nos deleita, pero a veces nos aterra. pues esos asaltos de la memoria no ofrecen forzosamente cada uno, el pasaporte visado para desembarcar en un islote de dicha momentánea. ante el anuncio de la frasecita de la sonata, por ejemplo, sólo atinamos a taparnos los oídos y a gritarnos: "no escuches. son los compases de la sonata y te morirás de nostalgia".

victoria ocampo (proust)



y el segundo, porque aunque hayan pasado mas de cuarenta años de la publicación de este artículo, el ejemplo sigue siendo válido, y además podemos añadir el tema de los refugiados... 




para tomar un ejemplo, en esta fecha, la muerte por inanición amenaza, aseguran, a millones de "semejantes". esta amenaza monstruosa (que nadie ha de pasar por alto) tiene que pesar en el porvenir de todos nosotros. que nos encontremos, por un azar, materialmente protegidos de esa inmerecida condenación no significa que nos veamos libres de sus consecuencias morales (ni que deseemos esa inmunidad, si hemos conservado o asumido nuestra responsabilidad de personas conscientes). lo menos que nos toca hacer es formar parte del grupo que ansía adivinar, y no se contenta con darle la espalda (espejismo de evasión) a la esfinge.

victoria ocampo (sobre un pensamiento de «lázaro»)



así que sí... como siempre ha sido un verdadero placer leer los testimonios de la ocampo...

y ahora corto y cierro... 


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