miércoles y vuelvo a escribirte desde la caja... y es que así aprovecho que no puedo hacer nada más (desde que no puedo usar la conta desde aquí, se ha reducido considerablemente lo que puedo hacer desde aquí), y tecleo sin pensar en todo lo que tendría que estar haciendo en este momento...
así que miércoles y hoy te cuento que volví a coger de la estantería la antología la escuela de wallace stevens, y que en esta ocasión conocí a tres poetas que hasta ahora no había tenido el placer de conocer: john ashbery, w. s. merwin y john hollander...
así que te voy a copiar tres poemas, uno de cada uno de estos poetas...
el primero, de john ashbery, porque me gustó eso de que "intentan decir que somos: / su simple estar ahí / sugiere algo: ya pronto / nos podremos acariciar, amar, entender"... y también eso de que "nuestros días oponen tal reticencia / que estos acentos parecen su propia defensa."
ciertos árboles
son asombrosos: cada
uno junto al vecino, como si el lenguaje
fuese una apacible representación.
acomodados al azar
para reunirse esta mañana
lejos del mundo, en armonía
con él, tú y yo
somos de pronto lo que los árboles
intentan decir que somos:
su simple estar ahí
sugiere algo: ya pronto
nos podremos acariciar, amar, entender.
y contentos de no haber inventado
tal belleza, estamos rodeados:
un silencio ya pleno de rumor,
el lienzo del que emerge
un coro de sonrisas, una mañana de invierno.
bajo dubitativa luz y sin reposo,
nuestros días oponen tal reticencia
que estos acentos parecen su propia defensa.
john ashbery
el segundo, de w. s. merwin, porque cada año sin darme cuenta, yo también dejo pasar el día... y hay días que me pasa como a él, que querría dar las gracias pero no sé a quien...
para el aniversario de mi muerte
cada año sin darme cuenta dejé pasar el día
y cuando las últimas llamas se despidan de mí
y el silencio se ponga en marcha
viajero incansable
como fulgor de una estrella sin luz
entonces ya no sentiré
que estoy en el mundo con un traje ajeno
sorprendido por la tierra
y el amor de una mujer
y entonces llegará la desvergüenza de los hombres
como hoy que escribo luego de tres días de lluvia
oyendo el escapar y el canto del reyezuelo
y quiero dar las gracias pero no sé a quien
w. s. merwin
y el tercero, de john hollander, porque nombra a lilit... tú ya me entiendes...
la cabecera de la cama
4
oblicua, fina lluvia gris lavando las gradas
del palacio, inundado el patio central: vashti
murmura ahí, goteando ante sus siervos,
del desazón, extravío, y ahora una fría caminata
por lugares lejanos del palacio, arroyos
rugiendo sus posibilidades, el agua
canturreando la balada de las reinas oscuras,
no las abyectas anegadas, sino las que aún gobiernan
(dónde está lilit?) en lo que pueden negar,
no agar, expulsada entre las rocas secas,
sino orfa defendiendo a los suyos y marta
cobijando su morada y optando por
el gozo hirviente de su pudín, leyendo
el nombre de lilit, doncella de la noche en blanco,
evaneciéndose entre las sábanas tendidas.
john hollander
y ahora corto y cierro... que aquí no hay manera de concentrarse en estos tecleos dispersos...
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