martes y te escribo desde el despacho... con la caja por hacer, el
correo abierto, impreso y entregado, los talones esperando ser metidos
en sobres y el trimestre cerrado (aunque se resistió a cerrarse y tuve
que llamar al informático para que me ayudase...)
martes y aunque ayer quise escribirte, el día me impidió hacerlo; porque
cada vez que abría el editor para romper un silencio que ayer se me
antojaba espeso; el día daba otra vuelta de tuerca y se me complicaba
más... así que te podrás imaginar la migraña con la que llegué a mi
casa...
martes, y, de momento, el día se presenta más tranquilo que el de
ayer... pero por si se complica (una nunca puede estar segura en este
despacho de como será el día), yo decido teclear... que lo que va
delante, va delante... y tiempo tendré de hacer la caja y de meter los
talones en sus sobres...
así que retomo el hilo de mis lecturas y hoy acabaré con esta serie de post dedicados a la antología cuando se abrió la puerta, de la editorial alba, que me fui leyendo el mes pasado por entregas...
y hoy te hablaré de los últimos cinco relatos de esta maravillosa
antología de relatos de y sobre la nueva mujer que irrumpió en la
literatura de finales del siglo diecinueve y principios del veinte...
y empezaré por el relato de la hija de los guardeses de
george gissing, autor al que no había leído en mi vida, y del que me
encantó el relato que nos habla de may rockett que (como el título
indica) es la hija de los guardeses... una de esas nuevas mujeres
independientes, que al volver a su casa de visita, se encontrará con que
hay cosas que nunca cambian... relato que despertó en mí sentimientos
contradictorios, ya que estoy con la protagonista en todo lo que hace,
menos en la "buena acción" que se ve obligada a realizar y que no
contará a nadie... claro que yo no nací entre el siglo pasado y el
anterior... y tampoco tengo claro, qué estaría dispuesta a hacer en
determinadas circunstancias...
y seguiré con el relato el banquete de boda de
george moore, autor al que tampoco conocía hasta el momento, y al que
le agradezco su kate (la novia en honor a la cual se ofrece el banquete
de boda), y que su final escape a lo que se podría esperar... sobre todo
porque la heroina no necesita que nadie la salve de una vida que no
quiere llevar, ya que, como nueva mujer de entresiglos, es perfectamente
capaz de salvarse (o perderse) sin la ayuda de ningún hombre...
y seguiré con el relato phylis y rosamond de
virginia woolf, relato que ya había tenido el placer de leer en
aquellos relatos completos (que me recuerdan inevitablemente un domingo
por la mañana y una parada de autobús), y que ha sido un placer
reeler...
en estos tiempos tan extraños, ahora que empezamos a necesitar retratos de la gente, de su mentalidad e indumentaria, podría ser útil un boceto fiel, dibujado sin maestría pero con veracidad.
virginia woolf (philis y rosamond)
que nos cuenta la historia de dos hermanas que querrían ser esa nueva
mujer a la que se dedica esta antología, pero a las que las tradiciones,
impiden ser como desearían...
y también ha sido un placer volver a leer el relato la dama progresista de katherine mansfield... relato perteneciente a los de un balneario alemán, en
el que la mansfield nos cuenta una excursión de los huéspedes del
balneario, y del que no puedo evitar copiarte la última frase... y es
que como dice la mansfield:
-no se puede dejar de corregir la ignorancia -le dije a la dama progresista.
katherine mansfield (la dama progresista)
y por último, cerrando esta antología, el relato titulado el método schartz-metterklume de
saki, con el que admito que además de divertirme, me reí a gusto... y
es que ese método schartz-metterklume improvisado por lady carlotta, me
encantó... para qué negarlo?... y es que, qué puede hacer la nueva mujer
cuando se encuentra sola en una estación de tren y un malentendido le
ofrece un lugar dónde pasar la noche?... pues aprovecharlo y
divertirse... no le queda otra...
una maravilla de antología, aunque no creo que haga falta que lo diga...
y ahora corto y cierro... que ya son casi las once y digo yo que algo tendré que ir haciendo...
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