viernes (por fin!) y yo aún no he hecho nada de lo que el lunes me
proponía hacer antes de que acabase la semana... claro que esta semana
ha sido una de esas semanas densas, caóticas e improvisadas, en las que,
como me decía anoche una amiga, sólo puedes poner el modo
superviviencia, ir improvisando, y esperar que vengan tiempos mejores y
más tranquilos, para hacer todo lo que no has podido...
viernes y me consuelo pensando que me queda todo el día de hoy y la
mañana de mañana para intentar dejar cerrada la semana que viene...
aunque he llegado a la conclusión de que a veces tienes que dejar para
mañana lo que no puedes hacer hoy, y que lo que no dé tiempo a hacer, ya
se hará cuando se pueda... porque como me decía esa misma amiga anoche
por teléfono: o relativizamos o nos dará un cruce de cables en un
momento dado, y somos demasiado jovenes para que se nos crucen ya los
cables...
viernes y aunque estoy en la caja (otra vez, lo que empiezo a pensar que
es una especie de entrenamiento para la semana que viene, en la que
creo que pasaré aquí la mayor parte de mi tiempo), y ya sabes que desde
la caja no me gusta escribir (porque las interrupciones se multiplican
por diez), como no sé cuando conseguiré llegar a mi mesa del despacho, y
cuando llegué no sé lo que me voy a encontrar allí, he decidido
intentar contarte lo que galdós me contó de el 19 de marzo y el 2 de mayo...
en marzo de 1808, cuando habían transcurrido cuatro meses desde que empecé a trabajar en el oficio de cajista, ya componía con mediana destreza y ganaba tres reales por cientos de líneas en la imprenta del diario de madrid. no me parecía muy bien aplicada mi laboriosidad, ni de gran porvenir la carrera tipográfica
benito pérez galdós (el 19 de marzo y el 2 de mayo)
y así empieza galdós este tercer episodio nacional... y así encontramos a
gabriel araceli después de salir de la corte de carlos IV: convertido
en cajista (dato que le hizo mucha gracia a mi padre cuando empezó a
leerlo en la residencia el día que me acompañó a esa librería que está
en la esquina de parís con valencia), aunque no le pareciera bien
aplicada su laboriosidad...
y gabriel, además de trabajar mucho, va los domingos a ver a inés y a su
tío, a aranjuez, donde será testigo (y formará parte de manera
involuntaria) del motín de aranjuez el 19 de marzo, y de la consiguiente
caída de godoy del poder... y mientras aranjuez se amotina, el príncipe
de la paz cae y los franceses siguen entrando en españa; a la pobre
inés se la llevan sus otros tíos, que son malos, malos, malos o peores, y
que aunque juran que se llevan a la huerfana para mimarla entre
algodondes, la verdad es que sus planes son bastante peores...
y entonces gabriel deja su oficio de cajista y entra a servir en casa de
los tíos de inés, donde además de él hay un ayudante que se llama juan
de dios y que también está enamorado de inés...
y entonces llega el levantamiento del dos de mayo, y hasta aquí puedo leer...
sólo te repetiré que el final casi me mata... hasta que me tranquilicé,
me fumé un cigarrillo, lo volví a leer y caí en la cuenta de un detalle
que me hizo respirar tranquila, y que evitó que el libro terminase
estampado contra la pared (que no sería la primera vez)
que me están encantado estos episodios nacionales, y que nunca imaginé que me fueran a gustar tanto...
(y que ya tengo por casa el cuarto...)
y ahora voy a cortar y cerrar, que mientras escribía este post me he
trasladado de la caja al despacho, y tengo tantos papeles encima de mi
mesa que he tenido que apartarlos para poder llegar al teclado... y digo
yo que además de apartarlos, tendré que ponerme con ellos... porque
mover un problema de un sitio a otro no es la solución... y creo que a
viernes como estamos necesito empezar a solucionar cosas...
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