sobre alejandra...

martes, veinticinco de septiembre, y te escribo desde el despacho...


y te digo que hoy es veinticinco de septiembre porque tal día como hoy (de mil novecientos setenta y dos) murió (o tal vez debería decir que se suicidó) alejandra pizarnik...


así que me vas a permitir que hoy te hable de la pizarnik...





porque fue ella la que me hizo dudar sobre si quería ser tal vez juglar o princesa en la torre más alta… porque fue ella la que me contó que en la otra orilla de la noche el amor es posible… que escribo poemas porque necesito un lugar en donde sea lo que no es… que llega un día en que la poesía se hace sin lenguaje, un día en que se convocan los grandes y pequeños deseos diseminados en los versos, reunidos de súbito en dos ojos, (los mismos que tanto alababa en la frenética ausencia de la página en blanco)


(porque fue ella la que me contó que tú haces el silencio de las lilas que aletean en mi tragedia del viento en el corazón… que tú hiciste de mi vida un cuento para niños en donde naufragios y muertes son pretextos de ceremonias adorables…)


y me susurro como ella que esta lúgubre manía de vivir (esta recóndita humorada de vivir) me arrastra… no lo niego… y sé que me desnudo en el paraíso de mi memoria… que desconozco el feroz destino de mis visiones… que tengo miedo de no saber nombrar lo que no existe.


(y que cuando me miras mis ojos son llaves, el muro tiene secretos, mi temor palabras, poemas, y que sólo tú haces de mi memoria una viajera fascinada, un fuego incesante…)


porque fue ella la que me contó que alguna vez de un costado de la luna verás caer los besos que brillan en mí… que las sombras sonreirán altivas luciendo el secreto que gime vagando… que vendrán las hojas impávidas que algún día fueron lo que mis ojos… que vendrán las mustias fragancias que innatas descendieron del alado son… que vendrán también las rojas alegrías que burbujean intensas en el sol que redondea las armonías equidistantes en el humo danzante de la pipa de mi amor


(que tú eliges el lugar de la herida en donde hablamos nuestro silencio… que tú haces de mi vida esta ceremonia demasiado pura... que emboscado en mi escritura cantas en mi poema. rehén de tu dulce voz petrificada en mi memoria. pájaro asido a su fuga. aire tatuado por un ausente. reloj que late conmigo para que nunca despierte…)


fue ella quien me dijo que una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo, pero que la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos… y que la poesía es el lugar donde todo sucede (a semejanza del amor, del humor, del suicidio y de todo acto profundamente subversivo), la poesía se desentiende de lo que no es su libertad o su verdad… que decir libertad o verdad y referir estas palabras al mundo en que vivimos o no vivimos es decir una mentira… pero que no lo es cuando se las atribuye a la poesía: el lugar donde todo es posible


(que mi cuerpo mudo (como una flor no lejos de la noche) se abre a la delicada urgencia del rocío…)


que hay días que hace tanta soledad que las palabras se suicidan… que hay noches capaces de astillarse de estrellas y mirarte alucinadas… que a veces hay candado pero no llaves y hay pavor pero no lágrimas… que existe ese instante que no se olvidatan vacío devuelto por las sombrastan vacío rechazado por los relojes… ese pobre instante adoptado por mi ternura… desnudo desnudo de sangre de alas… sin ojos para recordar angustias de antaño… sin labios para recoger el zumo de las violencias… perdidas en el canto de los helados campanarios… (ese instante sudoroso de nada… acurrucado en la cueva del destino… sin manos para decir nunca… sin manos para regalar mariposas a los niños muertos…)


que hay un lugar (no digo un espacio) un lugar de ausencia (un hilo de miserable unión.)





y que yo no sé de pájaros, que no conozco la historia del fuego... pero (como ella) creo que mi soledad debería tener alas….


No hay comentarios:

Publicar un comentario