la cocina de banana

Conocí a Banana Yoshimoto en el aeropuerto de milano malpensa. Volvía a casa por navidad, con mi panetone bajo el brazo y “el spleen de paris” de Baudelaire. Entre las tres horas del tren hasta milan y la hora y algo del autobús que va desde la estación central al aeropuerto casi había terminado de leer el libro. Facturé la maleta sin pensar en coger otro libro para el viaje, y cuando anunciaron que mi vuelo llebava tres horas de retraso a mi apenas me quedaban quince páginas para el final.
Así que cuando acabé el libro me fui a la primera librería que encontré a cotillear entre las estanterías a ver que me podía hacer compañía hasta que saliera el avión. He de decir que no me gustan las librerías de los aeropuertos, no puedo evitar visitarlas para pasar el tiempo muerto, pero casi nunca compro nada ya que soy poco aficionada a los best-sellers, que suelen abundar en ese tipo de librerías.
Pero claro, algo tenía que comprar para esas tres horas, que al final fueron cuatro, y las dos horas que pasaría en el avión antes de llegar a casa. No recuerdo quien me habló de banana yoshimoto, pero al ver su nombre en uno de los libros me resultó familiar. Así que lo cogí, era un libro finito, de pocas páginas, ni si quiera leí en el reverso de que trataba, fui a la caja y me lo llevé, eso y un toblerone gigante, siempre que los veo en las tiendas de los aeropuertos me acuerdo friends, y les llevo uno a mis hermanas.
De ahí me fui a la cafetería, donde en aquella epoca aun se podía fumar, así que pedí un capucchino, me encendí un cigarrillo y abrí el libro. Es la típica historia de chico conoce chica, solo que la chica duerme en la cocina desde que murió su abuela, y el chico se la lleva a casa con su madre, que en realidad es su padre, solo que al morir su esposa, y encontrarse solo con su hijo se le despertó tanto el instinto maternal que acabó convirtiendose en mujer.
Llamaron mi vuelo, así que salí como pude del libro, pagué el capucchino y embarqué. En el avión volví a la cocina de banana yoshimoto. Es una historia de amor extraña como digo, pero está contada con tanta maestría que lo que te cuenta te parece lo mas natural. Sus letras son maravillosas y consigue contarte las cosas mas increibles mezcladas tan magistralmente con la cotidianeidad que resultan total y absolutamente creíbles. El avíon aterrizó pero yo seguí leyendo hasta que abrieron las puertas y salieron los demás pasajeros, seguí leyendo en el autobús que te lleva a la terminal, y solo cerré el libro cuando salió mi maleta por la cinta de equipajes y no me quedó mas remedio.
Llegué a casa y me encontré una valencia adornada, con luces navideñas por todas partes y con toda mi familia esperandome en el aeropuerto. Ya en casa la tortilla de patatas de mi mamá, la abuela esperandome para que me fumara un cigarillo en su casa, y mis hermanas contándome cosas hasta las dos de la mañana.
Antes de apagar la luz de mi mesita de noche, apuré las últimas páginas de “Kitchen” cayéndome de sueño, agotada por el viaje. Pero mira si me gustó que tres años después, cuando lo encontré por casualidad en una librería traducido al español, no pude evitar volver a comprarlo y me lo leí por segunda vez esa misma noche. Os invito a entrar en la cocina de banana.

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