sobre los mundos de gertrud kolmar...

y es miércoles y te escribo desde el despacho... once y media de la mañana, y llego en este momento... y es que es el cumpleaños de la abuela (noventa y un años!) y el jefe y yo nos hemos ido a desayunar con ella... lo que parece que no ha sido una buena idea, porque no veas como han sido los primeros cinco minutos de la vuelta...


y son casi las doce, y retomo este post que acababa de empezar cuando una serie de cosas urgentes me han hecho guardarlo en borradores, para contarte que me estuve leyendo mundos de gertrud kolmar... poemario que se publicó postumamente, y que compré a la vez que su novela susana...

pero ya sabes que yo no sé hablar de poesía, así que a parte de decirte que me han gustado los poemas de este libro y que gertrud kolmar me tiene fascinada, por su vida y por su obra... solo puedo copiarte uno de sus poemas, titulado arte... 



arte


ella cogió la punta de plata

y la deslizo por la superficie blanca, opaca, brillante:

su tierra. se deslizó

y creó montañas.

montañas peladas, frentes desnudas de angulosas cumbres de piedra, meditando sobre el desierto;

sus cuerpos

se desvanecieron, velados, desaparecieron tras el pálido capullo

de una nube.

así pendía el cuadro ante el fondo negro, y los hombres lo vieron.

y los hombres dijeron:

«dónde está el aroma? dónde la savia, el brillo saturado?

dónde el verde exuberante, enérgico, brotando en las llanuras

y el rostro pardusco, quemado del arrecife, dónde su tristeza sorda, gris?

ni un solo halcón vigilante se agita. ningún pastor toca aquí la flauta.

jamás suenan altos en el azul más suave de la noche los cuernos bellamente curvados de las cabras salvajes.

esto no tiene color, no tiene vida, ni voz. no nos dice nada.

sigue adelante.»



pero ella se detuvo y guardó silencio.

pequeña, inadvertida, permaneció entre el gentío. escuchó y guardó silencio.

sólo su hombro se encogió. su mirada se deshizo en lágrimas.

y la nube que su mano desplegó al dibujar

descendió y la envolvió, la alzó y la llevó hacia lo alto,

hasta la hendidura de sus montañas peladas.



uno, expectante,

al que dos basiliscos verde dorado trenzaban una corona,

se irguió en la penumbra, resplandeció y se inclinó para saludarla. 

gertrud kolmar (mundos)


y ahora corto y cierro... que como me interrumpan una vez más, creo que voy a gritar...

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