y si he de ser sincera la culpa de todo esto la tiene mi vergüenza... sí... lo admito: leo por vergonzosa.
como te contaba, en el cole nos dejaban coger un libro de la biblioteca y a cambio teníamos que entregar una ficha sobre el libro (imagino que para demostrar que nos lo habíamos leido). el caso es que hubo una vez, creo que fue el primer mes o el segundo, en la que no entregué la ficha a tiempo, y el profesor nos castigó a todos los que no habíamos cumplido el plazo a pasarnos la clase de pie delante de nuestros pupitres... y claro, para alguien tan vergonzosa como yo, el hecho de tener que estar de pie fue una tortura. así que aquella tarde no paré hasta que hube terminado el libro y rellenado su correspondiente ficha, asegurándome así no tener que volver a estar de pie en lo que quedaba de mes.
pero el miedo a que aquello volviera a repetirse era tal que decidí que lo mejor era ir adelantando la siguiente lectura; y cuando la terminé me leí la siguiente, por lo que pudiera pasar. no te sabría decir cuantas lecturas adelanté, pero sé que lei mas de lo que debía (todo por no tener que pasar la vergüenza de estar de pie en medio de la clase) y mi madre, encantada con mi recién descubierta afición a la lectura, me patrocinó comprando aquella colección de libros para niños de color naranja de la editorial alfaguara.
aquellos libros naranjas fueron una de mis primeras posesiones. me encantaban esos libros que eran míos y que no tenía que devolver al terminarlos. entre esos libros naranjas descubrí algunos tesoros que todavía recuerdo con cariño y que me hacen sonreir... recuerdo momo y como me impresionó aquella historia (tanto que me estuve pensando cambiarme el nombre legalmente para llamarme como ella), recuerdo la historia interminable (que me hizo desear tener un dragón, un desván donde leer mis libros e hizo que me enamorase definitivamente de michael ende), recuerdo con mucho cariño el mago de oz (libro que no te sé decir cuantas veces releí, fascinada con el camino de baldosas amarillas y la ciudad esmeralda... las brujas que se derriten y los hombres de hojalata que quieren un corazón... y los leones cobardes y los espantapajaros que acompañan a dorothy para pedir un cerebro en lugar del serrín que tienen dentro... y aprendí que se está mejor en casa que en ningún sitio, frase que años mas tarde se convertiría en uno de mis mantras), también recuerdo de esa colección los libros de roald dahl (james y el melocotón gigante, charly y la fábrica de chocolate, charly y el gran ascensor de cristal y las brujas, que fue el primer libro que me leí del tirón un domingo que estaba malita y no salimos de casa, y no veas tú que orgullosa estaba yo de mí misma por haberme leido un libro en un día...); y los libros del pequeño nicolas (sus recreos, sus vacaciones y el del pequeño nicolás a secas, que tenían algo que me encantaba) y los libros de christine nöstlinger (una de mis escritorias favoritas en aquella época, que me fascinó con konrad, ese niño que llega por correo a casa de la señora bartolotti, y con gretchen se preocupa)
sigo conservando aquella colección... en una de las estanterías de casa de mis padres, esperando que tenga un lugar para colocar todos mis libros para venirse conmigo... y es que entre las páginas de esos libros de color naranja están guardados muchos de los recuerdos de mi infancia...
No hay comentarios:
Publicar un comentario