y por que no...

y por que no, por qué no había de buscar a la maga, tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de seine, el arco que da al quai de conti, y apenas la luz de ceniza y oliva que flota sobre el río que dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el pont des arts, nos íbamos por ahí a la caza de sombras, a comer papas fritas al faubourg st. denis, a besarnos junto a las barcazas del canal saint-martin. con ella yo sentía crecer un aire nuevo, los signos fabulosos del atardecer o esa manera como las cosas se dibujaban cuando estábamos juntos y en las rejas de la cour de rohan los vagabundos se alzaban al reino medroso y alunado de los testigos y los jueces... por qué no había de amar a la maga y poseerla bajo decenas de cielos rasos a seiscientos francos, en camas con cobertores deshilachados y rancios, si en esa vertiginosa rayuela, en esa carrera de embolsados yo me reconocía y me nombraba, por fin y hasta cuándo salido del tiempo y sus jaulas con monos y etiquetas, de sus vitrinas omega electron girard perregaud vacheron & constantain marcando las horas y los minutos de las sacrosantas obligaciones castradoras, en un aire donde las últimas ataduras iban cayendo y el placer era espejo de reconciliación, espejo para alondras pero espejo, algo como un sacramento de ser a ser, danza en torno al arca, avance del sueño boca contra boca, a veces sin desligarnos, los sexos unidos y tibios, los brazos como guías vegetales, las manos acariciando aplicadamente un muslo, un cuello...
cortázar




si... es del capítulo veintiuno de la rayuela... esa variación del capítulo uno en la que oliveira ya no se pregunta si encontrará a la maga, sino por qué no habría de buscarla...



si... he vuelto a jugar a la rayuela... del lado de allá, del lado de acá y de los dos lados... recordando que para llegar al cielo solo se necesita una piedrita y la punta de un zapato... y descubriendo lo que sigo teniendo de la maga... o lo que me gustaría tener de la maga... no creo que a estas alturas haya mucha diferencia...



y si... me sigue gustando jugar a la rayuela: abrir el libro por el capítulo setenta y tres y luego pasar al uno y seguir el orden desordenado que cortazar te va marcando al pie de cada capítulo...



maravilloso cortazar...

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