como me da a mi que las trillizas están un poco hartas de princesas (como los de pereza), les he estado contando el cuento de wilde, el del príncipe feliz. ya sabes el del príncipe que es tan bueno y tan feliz que cuando muere, su reino le hace una estatua de oro, con piedras preciosas, y desde allí, en alto, empieza a enteder como es la realidad de esos súbditos que tanto lo quieren y convence a una golondrina que pasaba por allí de que poco a poco vaya quitándole las piedras preciosas y la capa de oro que lo recubre para dar de comer a su pueblo, hasta que la pobre golondrina ya no puede ir al sur, y la estatua está tan estropeada que deciden tirarla y fundirla, junto con la golondrina.
les ha encantado, que es un poco triste, pero que el rollo amor que se llevan la golondrina y el príncipe les gusta. y que un buen final no tiene porque ser feliz, y es verdad porque cada vez que les cuento este cuento, no me acribillan con sus dudas, escuchan la historia en silencio y se duermen sonriendo.
si es que wilde es genial hasta para dormir a las trillizas.
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