mi particular odisea con joyce

Admito que busqué “El Ulises” de Joyce por la leyenda negra que circula alrededor del libro sobre que pocos son capaces de leer más allá de sus veinte primeras páginas.
Pensé que no podía ser tan difícil leerse un libro, aunque la edición de bolsillo que encontré tuviera setecientas ochenta y ocho páginas. Claro que entonces tenía ventiun años, y pensé que si había leido a Kant, a Nietzsche, a Finkielkraut, a Foucault, Kierkegaard, Lipovetsky o Lyotard, leer una novela de Joyce no podía ser tan difícil.
Antes de empezar a leerla, decidí leer “La Odisea” de Homero, para entender mejor “El Ulises” de Joyce. Así que me leí “La Odisea” ese verano y la misma noche que acabé de leerla, empecé con “El Ulises” de Joyce. Vale, como secreto os diré que no hace falta leerse la Odisea para leer el libro de Joyce, de hecho, en mi humilde opinión, nadie debería hacerlo. Porque te lees el libro buscando similitudes que yo personalmente no conseguí encontrar.
Admito que no fui capaz de acabar de leerlo aquella primera vez, me leí un par de novelas en medio, y en la página cuatrocientos y pico, abandoné definitivamente la lectura de “el Ulises”. No podía con aquel libro que cuenta en ochocientas páginas un día en la vida del señor Bloom.
En la edición que compré había un esquema explicando los símbolos del libro, las metáforas de los capítulos, y para mi, al menos en ese momento, parecía imposible de seguir.
Así que lo dejé durante casi dos años. Y en ese tiempo leí que el mismo Joyce dijo en vísperas de la publicación de su obra maestra: “Lo malo es que el público pedirá y encontrará una moraleja en mi libro, o peor, que lo tomará de algún modo serio, y, por mi honor de caballero, no hay en el una sola línea en serio.”
Así que decidí no tomarme el libro en serio, olvidar “La Odisea”, dejar el esquema que Joyce les dio a sus amigos para que se leyeran su obra, e intenté disfrutarlo como una simple novela. Y la volví a empezar y en dos semanas conseguí leerla. No mentiré diciendo que es fácil, porque no lo es, Joyce consigue que un día en la vida del señor Bloom, Molly y Stephen, duré ochocientas páginas, cambiando de estilo, de fondo y de técnica sin previo aviso, pero cuando te lo acabas… te sientes bien, te sientes muy bien, porque formas parte de esa parte del mundo que no solo empezó a leerse “El Ulises” de Joyce, sino que fue capaz de acabar de leerlo.

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