a las poetisas



Ya el ala de la locura
ha cubierto la mitad de mi alma,
me da a beber su
vino de fuego,
y me llama a su valle tan negro.
Comprendí entonces que
ella había conseguido la victoria,
que debía escucharla como
quien presta oídos a un delirio ajeno.
Y que no me dejaría
llevarme nada conmigo
por más que le pidiera,
o la cansara con mis ruegos:
ni el espanto en los ojos de mi hijo:
su sufrimiento vuelto piedra;
ni el día en que estalló la tormenta,
ni nuestra corta entrevista en la prisión.
Ni el amable frescor de sus manos,
ni la sombra temblorosa de los tilos,
ni aquel distante y levísimo rumor
de las palabras, el último consuelo.

Anna Ajmátova,

"Réquiem".


(Ella misma cuenta a modo de introducción del "Réquiem" que pasó diecisiete meses en las filas frente a las carceles de Leningrado, un día alguien le reconoció y le preguntó al oído: "¿Y usted podría describir esto? a lo que ella repuso: "Si, puedo". La otra mujer sonrió.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario