martes y te escribo desde el despacho, un pelín más atacada aún que ayer, ya que si bien es cierto que al final se solucionaron los problemas técnicos, lo cierto es que solucionarlos me llevo toda mi jornada laboral (y parte de mi jornada no laboral, también es verdad), así que admito que ayer, después de ocho horas y media trabajando, no hice nada (absolutamente nada) de lo que me había propuesto... a eso súmale que hoy es quince (y facturamos) y mañana dieciséis (y postfacturamos) así que hasta el día diecisiete, ni voy a acabar con el mes de octubre, ni voy a empezar con este noviembre, que además de frío me está trayendo unos agobios, que sinceramente, no me merezco... pero circunstancias mandan, así que asumo que no puedo hacer más de lo que ya hago, respiro hondo y relativizo (verbo que me está ayudando mucho últimamente...)
relativizo, y como miro el reloj y en el rato que queda de aquí al cierre, teniendo en cuenta que tengo que hacer la compra y la comida, no me va a dar tiempo de hacer nada de lo que debería haber hecho ya, abro este editor y me rebusco las palabras una mañana más...
y hoy me rebusco las palabras para contarte que me leí hace unos días muertes y entradas de dylan thomas... porque, como ya te he dicho muchas veces, hay días que una chica como yo necesita poesía... y puesta a leer a un dylan, prefiero al que escribía poesía...
y sí, volvió a reconfortarme con aquello de que la muerte no tendrá señorío (uno de mis talismanes)
pero como ese poema creo que ya lo he copiado alguna vez por estas playas, me vas a permitir que te copie otro sobre este oficio o arte taciturno (que creo que ya te copié hace años...), porque me parece una maravillosa declaración de intenciones...
en este oficio o arte taciturno
en este oficio o arte taciturno
que ejerzo en el sosiego de la noche
cuando sólo la luna rabia
y los amantes yacen en el lecho
con todas sus tristezas en los brazos,
me fatigo en la luz melodiosa
no por ambición ni por pan
ni por alarde o comercio de encantos
sobre escenarios de marfil,
sino por el sueño vulgar
del más secreto de sus corazones.
no para el hombre altivo y ajeno
a la rabiosa luna escribo
en estas hojas rociadas de espuma,
ni para los muertos encumbrados
con sus salmos y ruiseñores,
sino para los amantes, que abrazan
las tristezas de los siglos,
que no pagan con elogios ni sueldos
y no tienen en cuenta mi oficio o mi arte.
dylan thomas (muertes y entradas)
y ahora voy a cortar y a cerrar... que me gustaría dejar la caja hecha antes de irme a comprar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario