y es jueves, y son más de las siete de la tarde, y es ahora cuando he terminado de hacer todo lo que me proponía hacer hoy, y he decidido relajarme tecleando...
así pues tecleo, y hoy debería contarte, tirando del hilo de mis lecturas, que me leí levitación, un libro de relatos de cynthia ozick... pero la verdad es que este libro no me gustó... y ya sabes lo insegura que me vuelvo cuando me equivoco al elegir lectura... así que intenté apostar sobre seguro y me leí los inventos de la liebre de marzo de t. s. eliot... libro que llevaba tiempo por casa, pensando que eliot es siempre eliot y que el autor de la tierra baldía y los cuatro cuartetos era una apuesta segura, pero me volví a equivocar y conocí a un eliot que si he de ser sincera: ni me gustó ni me esperaba... pero como dice mi querida victoria ocampo: "yo escribo para mí, para explicarme a mí misma las cosas, y no experimento placer al hablar de un libro sino cuando me gusta", mejor corro un tupido velo sobre estas dos lecturas y pasopalabra...
y si una equivocación me vuelve insegura, dos seguidas y una de ellas con uno de mis autores favoritos, me vuelve insegurísima... y en una situación así las chicas como yo, sólo podemos hacer una cosa: releer... no nos queda otra...
y como llevaba tiempo queriendo releer la edad de la inocencia de edith wharton. ese fue el libro elegido para superar el trauma...
una noche de enero, a principios de los setenta, christine nilsson cantaba fausto en la academia de música de nueva york. aunque ya se hablaba de la construcción, a remotas distancias metropolitanas, «por encima de las calles cuarenta», de un nuevo teatro de la ópera que competiría en costo y esplendor con los de las grandes capitales europeas, el mundo elegante se contentaba todavía con reunirse cada invierno en los destartalados palcos rojos y dorados de la vieja y entrañable academia. los conservadores la adoraban porque era pequeña e incómoda, dificultaba el acceso de la «gente nueva» que nueva york empezaba a temer sin por ello ser ajena a su atracción; los sentimentales se aferraban a ella por sus reminiscencias históricas, y los melómanos por sus excelentes condiciones acústicas, cualidad siempre tan problemática en las salas construidas para la audición de música.
edith wharton (la edad de la inocencia)
y así empieza esta maravillosa novela, que ha sido un verdadero placer volver a leer... y esa noche de enero, en la academia, está newland archer, que se acaba de prometer con may welland, y espera verla en el palco de su abuela... y en el palco, además de la dulce (o eso parece al principio) may, está su prima la condesa olenska, que acaba de volver de europa y que además (cosa escandalosa) pretende divorciarse... y eso, en el nueva york de aquella época, la verdad es que no estaba bien visto, y podía afectar a la reputación de toda una familia, por muy antigua que fuera...
y sufrí, suspiré, sonreí y lloré porque esta novela me la leí hace casi veinte años, y aunque es una de mis novelas favoritas, y recordaba bastante bien la historia, no recordaba algunos detalles... y ya sabes que lo importante en ciertas historias son precisamente los detalles...
y antes de cortar y cerrar te voy a copiar otra cita de esta novela... porque ya sabes que hay veces que leyendo, sin buscarte, te encuentras... y es que dice edith wharton que...
lo peor de cumplir con el deber de uno era que aparentemente le imposibilitaba para hacer cualquier otra cosa.
edith wharton (la edad de la inocencia)
corto y cierro... te diría que mañana vuelvo, pero como estoy intentando cerrar el trimestre, no puedo prometerlo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario