y es sábado y te escribo desde el despacho... y he pasado tan mala noche, que creo que escribo para no quedarme dormida, porque tengo mucho sueño...
sábado y aunque yo los sábados no suelo escribir, hoy vengo para contarte que después del libro de la didion, volví a coger la escuela de wallace stevensde la estantería... esta vez para conocer a jay wright, al que no conocía y para volver a leer a anne carson (y creo que es justo contarte que fue por ella por quien compré esta maravillosa antología, ya que supe de su existencia buscando por internet más poesías suyas traducidas al castellano...)
así que te voy a copiar dos poemas... el primero de jay wright...
noche
soledad clarividente en el filo obsidiana del día.
una luna bermellón enciende la cantera
en un pozo oculto.
es tiempo de reescribir la historia de la oscuridad
y el modo en que la mecánica estelar se fractura
apartando una estrella de la otra.
en este hemisferio
la vía láctea es un río celeste,
hermana de la húmeda estrella que resplandece
en el valle de cuzco.
en este lugar,
una llama, de pie bajo el calor de una estrella,
define la eternidad, y una cruz horadada
orienta el matrimonio del sol y de la luna
en la calle de los muertos.
aquí, no hay misterio en la ausencia de la luz;
solo una voz radiante, que se eleva
desde el tejido suntuoso de un aire liberador.
jay wright
y el segundo de anne carson... claro...
el viejo suéter azul de papá
hoy cuelga del respaldo de la silla de la cocina
donde siempre me siento, cuelga
del mismo respaldo y de la misma silla donde solía sentarse.
me lo pongo al entrar,
como él solía, sacudiendo
la nieve de sus botas.
me lo pongo y me siento en la oscuridad.
él no haría esto.
lajas de frío caen del hueso de la luna.
sus leyes eran un secreto.
pero recuerdo el momento en que supe
que perdía el juicio dentro de sus leyes.
estaba de pie en la curva de la entrada cuando le vi.
llevaba puesto el suéter azul con los botones abrochados hasta el cuello.
no solo porque era una calurosa tarde de julio
pero la mirada en su rostro...
como un niño a quien le tía vistió temprano en la mañana
antes de un largo viaje
en trenes fríos y andenes azotados por el viento
sentado muy tieso al borde de su asiento
mientras las sombras, como largos dedos,
sobre almiares dejados atrás,
aún lo estremecen
porque él viaja hacia atrás.
anne carson
porque aunque ya había leído este poema, me ha encantado volver a leerlo...
corto y cierro...
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