sobre finales de año...

martes (aunque parece cualquier cosa menos un martes, quizás porque esta tarde no trabajamos, quizás porque mañana es festivo, quizás por algo que no teclearé pero que los dos sabemos... pero el caso es que este martes se me antoja igualito que un sábado...) y te escribo desde el despacho...


martes con la caja por hacer y el correo abierto (aunque de entre todos los mails que había esta mañana en las bandejas de entrada de las diferentes cuentas que abro varias veces al día, la verdad es que solo había dos mails dignos de ser impresos) y poquito más que hacer en este día de cierres, ya que ayer la mañana y la tarde fueron tan productivas que, de momento, lo tengo todo hecho... salvo algún imprevisto (sin contar con la facturación de hoy... pero ya sabes como soy, y con la facturación solo me pongo a última hora... porque la facturación es fácil, y eso lo puedo decir ahora que llevo dos años facturando dos veces al mes... lo que no lo es tanto es la postfacturación, pero hasta a eso me he ido acostumbrando...)


martes y último día del año... y ya sabes que no me gustan los martes, y que no soy de las que hacen balance a final de año... tampoco soy muy de propósitos de año nuevo (ni me planteo dejar de fumar, ni apuntarme a un gimnasio, ni aprender inglés, ni perder un par de kilos), y no es que no haga propósitos para no inclumplirlos (que dice una amiga), es que sinceramente el cambio de año, a parte del tener que poner atención en la última cifra al poner la fecha (soy de las que hasta febrero no se mentalizan a cambiar una costumbre que ha durado todo el año), y el mareo que supondrá a nivel contable (cierre del presente ejercicio, apertura del próximo, y ese ir y venir de un año a otro, hasta que el año esté de verdad cerrado, para hacer asientos de cobros y de pagos), no se me diferencia mucho del cambio de un mes a otro (para qué negarlo?).


atrás quedaron aquellos años en los que precisamente ésta, era la noche más importante del año... y me río (no lo puedo evitar) de aquella yo que si me viera ahora, estaría desesperada al pensar que me voy a quedar en casa (y en pijama!) en semejante noche, en lugar de salir a pasar frío (que es lo que las chicas como yo pasabamos en fin de año, porque siempre acababamos en un momento dado de la noche, en la calle, en tirantes, hablando por teléfono o fumándonos un cigarrillo, inconscientes de la probable neumonía que podría conllevar ese no haber buscado el abrigo antes de salir a mirar esa luna de valencia que tan bien nos conoce...)


no te negaré que en mi risa hay notas tristes... quizás porque a veces echo de menos a aquella yo que estaba tan loca y que era tan encantadoramente antipática... quizás porque hecho de menos aquella fe de los primeros años en los que de verdad creía que le podría formular un deseo al año que empezaba y que se me cumpliría...


(creo que mi locura se me perdió con las responsabilidades que casi sin darme cuenta he ido asumiendo con los años... y creo que mi fe en los deseos se me ha ido haciendo pequeñita, y quizás ahora creo que debería acoplar mis deseos a la realidad y pedir cosas que se puedan cumplir, en lugar de cosas que de sobra sé que son irrealizables...)





y llegados a este punto de mis divagaciones findeañeras te preguntarás, "y qué le pides al nuevo año?"... y te diré que no lo sé... quizás seguir leyendo... quizás la inspiración para terminar las historias que estoy escribiendo... quizás dejar de desear cosas que no van a pasar... y que los viernes sigan siendo viernes... y que los domingos sigan siendo domingos... y no olvidar de qué color exacto son mis sueños en este momento...


y para eso... para no olvidar (y que no olvides) de que color son mis sueños, te dejo aquella postal que me traje de mi último día de museos... aquella foto de miró que, aunque admito que no es santo de mi devoción, se ha convertido en una de mis obras favoritas...










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