sobre matar a un ruiseñor...

lunes (tan lunes que parece el lunes más lunes de todos los lunes) y te escribo desde el despacho...


lunes y tengo la caja por hacer, el correo a medio abrir, un sueño que no es normal teniendo en cuenta que ya llevo un café tamaño familiar, y la mesa tan llena de papeles que la verdad es que no me animo a intentar ordenarlos por prioridad, así que tecleo por encima del papeleo... que en esta mañana caótica no sé cuando volveré a tener un momento de tranquilidad...


lunes y el jefe en un rato se va... y como ha sido pensat y fet, estamos poniéndonos al día en este rato... anotando en cuartillas lo que urge mas y lo que urge menos... lo que hay que hacer sí o sí, y lo que no puedo olvidar hacer en estos seis días que se presentan intensos... además a los recados de carácter laboral hay que añadir los personales (vendrán obreros a casa de la abuela, y habrá que abrirles la puerta...), y ya han habido gritos de buena mañana (son los nervios y distintas maneras de ver la vida), y yo intento mantener el equilibrio, tranquilizar al jefe asegurándole que lo tengo todo controlado, coger las cuatro líneas de teléfono del despacho a la vez (porque de entre todas las mañanas mi compañera ha elegido precisamente ésta para no venir a trabajar), y me planteo seriamente darme a los ansiolíticos estos días, porque la verdad es que no sé si en este momento voy a ser capaz de gestionar esto...


pero sonrío, con esa sonrisa que pretende transmitir confianza y tranquilidad, porque quiero que el jefe se relaje... quiero que desconecte (que faltita le hace), aunque no sé si he medido bien mis fuerzas, al insistirle para que se fuera y lo dejase todo en mis manos... no sé si voy a ser capaz de mantener el equilibrio en los tiempos que corren...





pero, cambiando de tema, te diré que en realidad yo hoy venía a contarte que anoche estuve viendo matar a un ruiseñor, esa preciosa película en la que gregory peck (uno de los favoritos de la abuela) es atticus finch, un abogado viudo, padre de dos niños... son los años de la depresión... cuando las cosas no eran fáciles para nadie... los años en los que scout y jem descubren como es su padre...


y es que gregory peck, asume la defensa de un hombre negro que se supone que ha violado a una mujer blanca, lo que en esos años y en el sur de estados unidos, no es tarea fácil, ni recomendable... y es espectacular la escena en la que han trasladado al preso de vuelta al pueblo para la vista de su causa, y gregory peck lee un libro en la puerta de la carcel, esperando que los granjeros vayan a intentar martarle... espectacular la dulzura y la inocencia con la que la pequeña scout consigue disolver a los granjeros malintencionados dándole recuerdos para su hijo a uno de ellos... igual que espectacular es la escena en la que los negros, que ocupan la parte alta del juzgado se ponen todos de pie para despedir al abogado...


y que me dices del vecino que tanto miedo les da a los niños, y que al final resulta ser quien les deja regalos en un árbol... regalos y gestos inesperados, que no pueden menos que conmovernos... espectacular robert duvall...


una preciosa preciosidad...


 




y ahora corto y cierro... que dos líneas de teléfono sonando a la vez me hacen intuir que se ha terminado este periodo de extraña calma...


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