sobre martes tranquilos y unos relatos breves para leer en el metro que yo me leí en el sofá...

martes, y te escribo desde el despacho, en una mañana de extraña calma, que no sé cuanto va a durar...


y es que ayer, como ya te conté, hice tantas cosas, que ahora me encuentro mirando el ordenador, y buscando algo que hacer... aunque sin mucho éxito... claro que no me quejaré, que de sobra conozco las subidas y bajadas de marea de este despacho, y sé que puede que incluso antes de terminar estos tecleos, surja algo urgente que haya que hacer de prisa y corriendo...


pero de momento, disfruto de esta extraña calma... y encima de mi mesa en este momento, sólo tengo los seis talones que hice ayer, ya firmados, y preparados para ser introducidos en sobres... así que puede que hoy incluso tenga tiempo de salir antes y de preparar algo de comer... que ayer imaginate la mañanita que tuvimos, que nos fuimos a comer de menú aquí al lado... que han reabierto uno de los bares del barrio y queríamos probarlo...





en fin... que yo hoy de lo que quería hablarte es de aquel libro que compré cuando fui a comprar los regalos de navidad (sí... ese que compré doble...), y que estuve leyendo la semana pasada... relatos breves para leer en el metro (que creo que compré porque me recordaron aquellos relatos breves para leer en el bus, y los relatos breves para seguir leyendo en el bus, que yo, cómo no? compré al revés, porque alguien iba en un autobus un día de hace muchos veranos, con un libro en la mano...)


once relatos de autores mas que inolvidables, y de un par de autores a los que no conocía, pero que me han consquistado con sus relatos...


relatos como el de la reina margarita de leopoldo alas clarín (de una ternura preciosa), las flores silvestres de erskine caldwell (tan tristes como inolvidables), el caldero de aceite de wilkie collins (que me hace estremecerme cada vez que me acuerdo), el caso de la señorita amelia de ruben dario (muy desconcertante), el velo negro de charles dickens (dickens en una dosis pequeña, pero siempre inolvidable), el idilio de red gulch (dulce y con un final sorprendente e inesperado... de esos de regusto amargo), rumbo oeste de jack london (duro y con sabor a mar, que me dejó heladita con el final), el barril del amotinado de edgar allan poe (con ese desasosiego del mejor poe), las siete jarritas de leche de saki (que me hizo sonreír), la célebre rana saltarina del condado de calaveras de mark twain (y de los riesgos que tiene preguntar a determinadas personas por otras), y la fiebre romana de edith wharton (que me encantó tanto que no tengo palabras para decirte cuanto...)


en la portada hay una cita del siempre genial cortázar, que dice que "el cuento es una fabulosa apertura de lo pequeño hacia lo grande"... y después de haber leído esta maravillosa selección, te diré que cortázar tenía mucha razón...


así que sí... ha sido una maravilla... he sufrido, me he enternecido, me he reido, me he estremecido, y hasta he suspirado leyendo este libro...





y ahora corto y cierro... que voy a ver si empiezo a meter los talones en los sobres y los echo al correo...


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