sobre mañanas complicadas, dolores de cabeza y las deshoras de cortázar...

jueves (sí, jueves) y te escribo desde el despacho (sí, desde el despacho) aunque casi sin tiempo, porque la mañana ha empezado ya complicada y no tiene visos de cambiar... al menos de momento...


aunque no sé si es la mañana la que ha empezado complicada o si soy yo que estoy mas espesa de lo normal... y es que me he despertado a las seis y media de la mañana con una de esas migrañas malas, malas... una migraña tan mal que me ha despertado... con ese despertar en el que no sabes que coño te pasa, y entonces te das cuenta de que te duele tanto la cabeza que tienes ganas de llorar... así que como he podido me he levantado (porque a la migraña había que sumarle lo torpona que estoy yo recién levantada) y de perdidos al río he decidido que como no sabía si tomarme un enantium (creo que no se escribe así, pero no tengo la caja a mano) o un relpax, ante la duda lo mejor era tomarme una de cada y que fuese lo que dios (o la diosa, o el destino, o la nada existencial) quisiera... y la migraña y yo nos hemos dormido (de hecho la migraña sigue durmiendo, porque sigue aquí, pero como dormida, así que yo evito los movimientos bruscos y tecleo bajito no la vaya a despertar) y ahora estoy algo mas lenta de lo normal...


y admito que cuando ha sonado el despertador he barajado la posibilidad de llamar al jefe y contarle que no estaba yo muy flamenca, y pedirle una horita mas de sueño para curarme del todo de esta migraña mala, pero tenía cosas que hacer a primera hora, así que como he podido me he vestido y aquí estoy... y mira la hora que es, y lenta y todo ya he ido al banco a por cambio (y a sacar dinero de mi cuenta, que como te dije estaba sin un euro en la cartera), he desayunado (para ver si el café con leche me despejaba un poco esta niebla que tengo en la cabeza, ya no sé si por la migraña o por el coctel que tomé intentando matarla), y he vuelto deprisita a la tienda porque el otro jefe (el hermano del jefe, osea: mi tío) se tenía que ir a llevar a la abuela al médico, que ayer la operamos de cataratas y hoy tocaba revisarla (la abuela bien, gracias... esta tarde iré a verla y que me cuente su versión de la operación) y ahora, después de responder unos cuantos mails y enviar un par de presupuestos, interrumpo mis rutinas para contarte un par de tonterías, y en cuanto acabe me pongo a meter un albarán que me acaban de dar...





y lo que yo quería era hablarte de las deshoras de cortázar... un libro de relatos, que como todos los suyos, me ha encantado...


ocho relatos que empiezan con una botella al mar para glenda (esa a la queremos tanto); y que siguen con el fin de etapa inesperado dentro de una casa que estaba en un cuadro; y ese segundo viaje que repite una historia que no acabó bien ninguna de las dos veces; y satarsa la rata y lo curioso de los palíndromos y los cazadores de ratas que no pueden escapar de sus perseguidores; y la escuela de noche y esa noche que parece una extraña pesadilla; las deshoras de los recuerdos de la infancia que se reescriben para intentar entenderlos; y las pesadillas y ese esperar a que despierte mecha; y el diario para un cuento que cuente la historia de anabel...




y me vas a dejar que te copie aquí una cita del relato que da título al libro...






ya no tenía ninguna razón especial para acordarme de todo eso, y aunque me gustaba escribir por temporadas y algunos amigos aprobaban mis versos o mis relatos, me ocurría preguntarme a veces si esos recuerdos de la infancia merecían ser escritos, si no nacían de la ingenua tendencia a creer que las cosas habían sido más de veras cuando las ponía en palabras para fijarlas a mi manera, para tenerlas ahí como las corbatas en el armario o el cuerpo de felisa por la noche, algo que no se podía vivir de nuevo pero que se hacía más presente como si en el mero recuerdo se abriera paso una tercera dimensión, una casi siempre amarga pero tan deseada contigüidad.

julio cortázar (deshoras)


quizás porque a veces me pasa eso... tengo la ingenua tendencia a creer que las cosas han sido más de veras cuando las pongo en palabras (para fijarlas a mi manera, para tenerlas ahí)... porque a veces tenemos la necesidad de contarnos nuestras historias, para ver si así las entendemos... para ver si a fuerza de intentar ordenarlas, conseguimos saber mejor lo que pasó y lo que no... aunque en general no suele servir de mucho... al menos en mi caso se ha convertido en la única manera de sacar algunas cosas (una terapía como cualquier otra)





y ahora corto y cierro, que ha vuelto el jefe y ha vuelto con prisas... y voy a tener que ir metiendo ese albarán que tengo encima de la mesa...

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